noviembre 09, 2007

¿Porqué un comienzo de razón?..

/* 0:11 hrs. Después de casi tres meses estoy conforme. Nunca he leído una poesía, mucho menos escrito una, pero esta es mi poesía*/

"Una vez más para él, ahora, mucho después de que cambió mi reflejo en sus ojos, por un puñado de estrellas blancas, pero no tan después para que él cambiara de los mios"


…Si un corazón conquista fieros infiernos de amor.
Cuando la esperanza libra ruinas de batallas perdidas.

…Si noches de luna pierden su elegante matiz.
Cuando se descubre brillo de estrellas a luz de sol.

…Si desaparecen tristezas y se esfuman ironías.
Cuando se comparte un silencio que se vuelve lenguaje.

…Si nace una sonrisa y llega para quedarse.
Cuando un andar desigual enmarca el firme trayecto.

…Si suspiros destruyen ciencia y reconstruyen sabor.
Cuando a una dama se nombra princesa y al caballero su amor.

…Si el mundo se torna verde brillante y azul claro.
Cuando la nostalgia de un perfume asemeja la armonía.

…Si un grato recuerdo reconforta horas y días.
Cuando basta una presencia para interferir en el tiempo.

…Si sonrisas se pintan con rumor de palabras.
Sonrisas finitas…por razón infinita.
Porque la misma razón se trunca al truncar corazón.
Siendo tú mi corazón y siempre tuya mi razón.

¿Porqué entonces un comienzo de razón?

Por la sencilla ocasión en que un comienzo comienza a principar el final…
…Cuando el flamante idilio se transformó en una triste utopía.

noviembre 08, 2007

No puedo perdonarte...

—Mulder... — ella dejó la frase dolorosamente inconclusa por la falta de atención de su compañero.
Mulder le daba la espalda, la cabeza apuntando al suelo y una mirada de dolor y de sentimientos encontrados.
El amor y traición peleaban por vencer en su corazón.
—Mírame —Scully le tomó la mano con las suyas—perdóname —su voz denotaba incertidumbre, culpa y antes que otra cosa, más culpa.
Mulder arrastró su mano fuera del alcance de ella, siempre con sutileza, haciendo honor al respeto y demás cosas que sentía por la dueña de su alma.
Scully soltó un incontenible y desesperado sollozo.
Mulder tuvo que contenerse para no arrodillarse ante ella y pedirle perdón por ningún motivo en especial, o simplemente abrazarla...pero esta vez no sentía la capacidad de hacerlo, se sentía culpable también, pero por otras razones, por no haber estado cerca.
—Compréndeme — dijo ella con la voz clara, pero con gruesas lágrimas escurriendo por sus mejillas pálidas.
Scully esperaba un gesto que le indicara que habría una mejoría respecto a la riña.
Sí hubo un gesto.
Mulder dio un paso hacía la puerta de su departamento muy lentamente, sin mirarla a la cara.
— ¿Porque no me miras? —la voz de Scully era prácticamente inaudible, el dolor le estaba destrozando el alma.
Mulder sabía eso, pero aún así tomó el pomo de la puerta y lo giró lentamente, como postergándolo.
— ¿Es tan difícil entender porque lo hice? —preguntó otra vez apenas enturbiando el silencio.
Mulder abrió la puerta milímetro a milímetro.
—No te vallas... por favor — suplicó ella con histeria.
—No me voy yo — dijo Mulder con un tono que Scully jamás le había escuchado.
Indiferencia.
Ella estaba pasando por algo que nunca hubiera imaginado, su espíritu estaba doblegado y su autoestima estaba perdida junto con su vida.
Mulder era su vida...y lo sentía tan lejos.
Su compañero abrió totalmente la puerta y se paró a un lado sin soltar la manija.
—No puedes...estar aquí —sentenció él con la misma característica en la voz.
Mulder estaba más apesadumbrado que nunca antes, estaba actuando voluntariamente contra su voluntad, la estaba echando de su casa, temblaba, pero simplemente no podía evitarlo, así se sentía.
Scully retrocedió lo suficiente de la puerta para sentarse en el apoya-brazo del sillón de cuero.
Se dobló, tocaba su estómago con una mano y se sostenía la cabeza con la otra; Se estaba enfermando por la situación.
Scully tomó fuerzas para sostenerse en pie y salir…fuerza, basada en recuerdos.
Trató de pensar en lo feliz que él la hacía con detalles imperceptibles para los mortales ajenos a ellos.
Pensó en sus chistes tontos, en sus sonrisas pícaras, en sus palabras perdidas, en sus ideas locas, en su cabello despeinado, en sus ojos verdes, sinceros, profundos y eternos.
Pero sobre todo recordó nostálgicamente sus abrazos reconfortantes…los sintió tan lejos que dudó por un momento de su existencia.
Sus recuerdos eran fuertes pero la hundieron aun más en una latente desesperanza.
Se levantó como pudo, caminó con pasos seguros y firmes, erguida, con la cabeza levantada escurriendo en lágrimas y sin rodeos llegó a la puerta y se detuvo frente a él.
Un Mulder físicamente presente y mentalmente ausente.
Mulder no se movió, parecía tan frió, tan falso.
Pero internamente no era ni frío ni falso, su espíritu lloraba y clamaba desconsolado a su cuerpo para que reaccionara con un movimiento para alentara, perdonarla, disculparse…cualquier cosa, excepto dejarla así.
Porque verla así era sentir a su corazón desmoronarse hasta morir.
Scully acarició la cara de su compañero, amigo y confidente.
Arrastró su temblorosa mano desde la patilla del cabello oscuro de él, hasta su barbilla perfecta.
—Mírame —ordenó.
Scully, sin separar su mano, se acercó lentamente.
Sus labios estaban separados por cinco insignificantes pero a la vez infinitos milímetros.
Mulder no le veía los ojos, solo veía su cara de la nariz para abajo, distinguiendo clara y acongojantemente como sus lágrimas no paraban y rondaban sus mejillas hasta perderse interminablemente en el vació, cayendo mustiamente en un suelo indigno de recibirlas.
No pudo evitarlo, desvió la cara…hacia un lado.
Scully no pudo más, aquello había sido el límite, ya no sentía ganas de vivir.
Separó su mano de Mulder y se dio la vuelta al tiempo que decía con ira repentina y dolor incontrolable.
—Te odio.
Estalló en llanto ya sin contenerse y caminando rápidamente hacia el elevador.
Mulder cerró la puerta y la escuchó llorar inconsolable por todo el pasillo.
Nunca había sucedido, pocas veces la veía llorar y nunca así.
El elevador opacó su llanto, pero Mulder seguía sintiendo su sufrimiento en el pecho.
Scully mientras tanto, se había quebrado como nunca en su vida, ya no le importaba suprimir sus emociones ni pretender que no existían.
Simplemente lloraba por un hombre.
El hombre de su vida, el mismo hombre que despreció un beso destinado a él y a ninguno otro.
El hombre que no pudo perdonarla.
Ese recorrido de unos cuantos pisos en el elevador, fue el trayecto más largo y angustiante de su vida.
Por fin, las puertas se abrieron, pero lejos de querer y poder irse, se recargó en las paredes y se deslizó impotente hasta el suelo.
Las puertas se cerraban y a ella no le importó ni trató de impedirlo…una oportuna mano se interpuso en el último segundo.
Mulder entró agitado, la vio en el suelo pero no la miró a los ojos.
Scully lo vio expectante, a espera de una cálida mirada.
—No puedo perdonarte…
Scully comenzó a temblar involuntariamente, se le nubló la vista levemente y se sintió mareada de dolor, ya le costaba respirar, estaba al borde de un ataque…
Mulder se arrodilló frente a ella y la tomó de los hombros.
Scully notó un poco de nitidez en su vista. Y lo primero que vio fue un verde intenso y cálido.
Mulder se acercó a ella.
Otra vez cinco milímetros kilométricos.
—No te puedo perdonar… porque no hace falta, eres mi razón.
Mulder había dicho todo muy cerca de los labios de ella y sin dejar de mirarla.
Terminó de hablar y rozó sus labios tiernamente, la besó con amor, lentamente; sentía su cara húmeda y tensa.
Scully no se movió, Mulder la había tomado desprevenida, solo cerró los ojos y lo sintió; sus labios frescos.
Mulder le limpio la cara sin separarse y luego la abrazó para levantarla.
Scully separo y volteo la cara con la vista clavada en el suelo.
—Perdóname… —dijo con renovadas lágrimas que opacaban bellamente sus ojos azules.
— ¿No entiendes ? no te disculpes, porque no te puedo perdonar…porque no hace falta…comprende, me haces feliz y eso basta.
La interrumpió con otro beso igual de inesperado y dulce para ella.
—Cuando me contradices , o quieres matarme con la mirada, cuando te exaspero o cuando caminas conmigo.
Un beso más en los labios.
—Soy feliz cuando se que estás a salvo, pudiste habérmelo dicho, él se atrevió a traicionar tu confianza y a lastimarte… lo mataría si no lo hubieras echo tú.
Mulder la observó con más detenimiento, Scully tenía un moretón en la cara, causado por un fuerte golpe y una herida cubierta con vendas en la frente.
—Scully, perdóname tú —dijo él implorante y dolido por su estado.
Scully lo rodeo con los brazos por debajo del saco.
—Mulder...solo abrázame, extraño eso, me hacía falta.
Se abrazaron por un rato.
—No te odio —le dijo al oído.
—Lo se —contestó Mulder de igual manera.
Las puertas del elevador estaban cerradas hacía ya mucho tiempo y ellos no tenían ganas de moverse, ni pretendían que el momento acabara.
— ¿Sabes que es lo que me hace feliz? —le dijo Scully.
— ¿Abrir cadáveres y clasificarlos? —contestó sarcásticamente.
Ahí estaba otra vez su típico chiste tonto de humor negro.
—Sí.
Mulder la miró sorprendido.
—Eso...y tú.
El ascensor subía y bajaba gente por todos los pisos del edificio, todos los miraban… pero ellos nunca lo notaron y en caso de haberlo notado, no les habría importado.
Estaban en la situación que secretamente habían deseado siempre.
Muy juntos, como cualquier pareja normal del mundo.

FIN.

noviembre 05, 2007

Realidad, ¿qué tanto?

Ese momento, el mejor, el único y grandioso momento donde caes en la cuenta de que no existe ni puede existir alguien más.
Todo los une: escritos, canciones, miradas, instantes, recuerdos, anhelos, sueños.
Todo es perfecto.
Cuando comienzas a pensar, ya no es un simple pensamiento, porque para ti ya son realidades perfectas, sin falla, sin duda, sin miedos.
No hay excepciones y ya no hace falta la esperanza porque para ti, eso ya es un hecho, una realidad.
Ambos son uno. Todo es perfecto.
Tu mente juega contigo y tú también con tu mente.
Cuando llegas a ese punto, tu corazón se confiesa, sin miedo; tu realidad es tan clara que no hay margen de error.
Piensas que fue lo mejor.
Ese mejor momento, pasó.
Esperas y solo un momento, muy pequeño, casi inexistente dudas; pero esa realidad, esa que mata, la misma que te hace palpitar con un nombre, esa que nunca tratas de comprobar, esa, flaquea.
Pierdes el equilibrio, avecinas todo lo peor.
Esperas lloroso, contemplas el cielo, anhelas regresar, cambiarlo, impedirlo, impedírtelo a ti.
Sientes que ahora piensas claro, sientes que nunca debiste hacerlo. Piensas que debiste pensarlo más, quizá eternamente más…
…no quieres que llegue el día.
Llegan más fantasías, ahora ya no son perfectas ni lindas.
Predices momentos, predices cambios y lo comentas con las estrellas. Quieres saber lo que piensa, quieres que piense igual a ti, es entonces cuando llega la terrible y dolorosa duda. ¿Y si no?
Al fin llega el día y esas ventanas de alma que tanto quieres, después de un silencio, te miran y te hablan, esos ojos que nunca quieres dejar de ver te anuncian que nada cambió, abriste tu corazón y tu mente, hablaste o escribiste tu sentir y pensar, y a pesar de eso, nada cambió, tú sonríes. Tranquilidad y ligereza…
Nada cambió, pero…te das cuenta de algo que poco a poco empiezas a enfrentar y siempre con lágrimas…
Esa, tu realidad la que no cuestionabas, la que no esperabas porque para ti ya existía; esa, nunca fue verdad, solo una cruel fantasía, aunque no cambio nada, nunca fue cierto, y ya en ese punto abres los ojos y respiras, y recuerdas que tú jugabas con tu mente y tu mente también contigo, pero al fin te das cuenta que ella ganaba y no tú, y lo que siempre desde por hecho nunca existió.
No acaba allí, sino empieza, ahora ya nada nubla tu pensar; Ahora sí piensas claro, y mucho.
Y esa persona te lo dice, no con palabras, col los ojos. Y sucede que le conoces tanto que, ahora al ver claro, vez la verdad, la verdadera y cruda realidad.
Y también esa persona te conoce, te abre su corazón y te acompaña.
Porque eso es un verdadero amigo.
Después de todo lo pasado ya sabes la cruda verdad, esa persona piensa y pasa por lo que tú, pero con una ligera excepción…
Lo que tú dedicas a esa persona, lo dedica también, pero nada es para ti.
Nada que no sea amistad.
Tu corazón no resiste y una vez más tus estrellas confidentes te escuchan hablar y llorar.
Y escuchan tú íntimo y solidario deseo: “Que nadie pase lo que yo”
Vez a esa persona igual que siempre y sientes lo mismo.
La verdad es que nunca nada cambió.
Que sigue siendo como nunca quisiste que fuera.
Y como siempre fue.
También hay buenos momentos donde estás a punto de olvidar todo pero recuerdas: “Yo voy a ganas esta vez” y sigues viendo todo claro, más que nunca.
Y lo notas, piensas lo que debiste haber pensado desde siempre.
“¿Porqué nunca vi que su mirada colmada de amor (esa que yo siempre le ofrezco) nunca es para mí?”
Entonces piensas: ¿Y si llego a estar del otro lado? ¿Y si alguna vez me planto en sus zapatos?
Trataré de nunca hacer el mismo mal.
Pero es imposible.
Piensas que el tiempo arregla todo, pero no te atengas.
No, nunca te atengas a falsas realidades.