Nunca he
saboreado una taza de café como lo hacen quienes con él se despiden del
universo onírico del sueño y vuelven a la vida cada mañana. Mi abuela materna
desde niños nos daba café con leche y azúcar, allí brilla un recuerdo de mi
infancia. Café que salía de la tierra de su patio antes de que el patio ya no
tuviera café. Cortaba los granos rojos (eran dulces los granos rojos), los
llevaba a la azotea de la casa, los dejaba al sol varios días y varias noches,
ya secos los tostaba y los molía un molino de mano; la primera molida era para
martajar la cáscara, poner los granos en una palangana y soplar y sacudir las
cáscaras. La segunda molida era fina. De allí salía el polvo oscuro que
guardaba luego en una lata de un kilo. Hasta ahora pienso y recuerdo todo ese
proceso, yo ayudaba a moler y a soplar, otras veces sentada desde la azotea
tiraba a manos llenas los granos a medio secar, yo era una niña. Se enojaba. Levantaba
cada grano para llevarlo de nuevo al sol. Tal vez cuando mi abuela muera la
recordaré siempre por el café que hacía para ella y para mí, el café que salía
de la tierra de su patio y que yo molía.
Mi abuela paterna murió
hace muy poco, aún cuento los meses que han pasado. La otra noche pensaba que
no quiero sorprenderme un día en que hayan transcurrido años. Quiero saber
siempre cuánto tiempo ha pasado, a la
mejor se vuelve una obsesión, a la mejor la obsesión me la recuerda para
siempre… mi abuela paterna tomaba el café cada noche. Una taza (yo elegía para
ella mi taza favorita de entre sus tazas) con la mitad de agua y la mitad de leche,
una cucharada chica de café descafeinado soluble, sin azúcar, muy caliente.
Tomaba con su café galletas saladas, galletas normales para café, pan o lo que
fuera. Nunca lo terminaba, quedaba un centímetro y medio, cada noche. Yo lo
preparaba para ella y volvía luego a la cocina con ese centímetro y medio. Mi
abuela preparaba café árabe, que se toma muy concentrado, en porciones pequeñas
y amargas. Ella siempre me contó que “leía el café”. Te tomabas un café árabe
con una persona, platicabas, la persona y tú se relajaban, luego, sobre el
plato se volteaba la tacita y el asiento del café escurría. Se formaban
figuras. Landy leía en esas formas el futuro de las personas. Yo quería pedirle
que me enseñara a hacerlo. Seguro lo habría hecho. Pero las abuelas
siempre se mueren antes de tantas y tantas cosas.
Nunca he saboreado una taza de café como lo hacen otros, ahora sólo tomo
café cuando tengo frío, sirve para calentar el cuerpo…y también un poco para
calentar el alma.