abril 14, 2010

Una mirada hacia el futuro



//Para tí. Por dibujarme un mundo nuevo y llenar de colores el otro.

−Dime más, anda.
Estiró la mano un poco hacia atrás y tomó la de él. Entrelazaron los dedos.
−Pues todo funciona a base de una energía que fluye por las ciudades, es plasma sabes, alguien al fin logró potencializar la energía del sol y transformarla en plasma.
−Hmm…debe ser peligroso.
Saúl recorrió el índice por la frente de la chica, alisando la arruga que se había formado.
−Pues claro tonta, el plasma es peligroso.
Joseline sonrió.
− ¿Ahora de qué te ríes Joss?
−De ti obviamente.
Por supuesto que no era verdad. Saúl dejó de mirarla pero también sonrió.
− ¿Sabes de qué color es?
− ¿Qué cosa?
−Pues el plasma. ¡La energía de las ciudades!
Saúl recogió la pierna que tenía libre; cuidadosamente desató el nudo de dedos entrelazados y con el apoyo de ambos brazos se recargó para atrás, mirando el cielo.
−Color teal.
−Me parece que ya vas entendiendo, sí que es teal.
Joss giró los ojos en un gesto de fingido desespero.
−Que loco eres.
−A la mejor es que yo también voy aprendiendo.
Silencio.
− ¿El qué? ¿Aprendiendo qué cosa?
−El plasma obviamente ¿hablamos de eso o no?
Estiró sus manos y alcanzó su barbilla, atrayéndolo hacia ella.
−Saúl…mentiroso, dime, ¿estás aprendiendo qué?
− ¿Puedo besarte tonta?
Joseline volvió a sonreír.
−Ajá.
Saúl se inclinó bastante y dejó que ella guiara con sus manos, la cara hacia sus labios. Luego él volvió a echar los brazos atrás, recargar la cabeza sobre los hombros y mirar el cielo.
−Voy aprendiendo de ti esa locura.
−Ah, eso.
−Sí, eso.
Echó la mano una vez más hacia atrás. Saúl recargó todo su peso en un solo brazo y volvió a entrelazar sus dedos con ella.
− ¿Y luego?
−El aire acabó por limpiarse del todo y como la madera ya no se utiliza, ¿recuerdas la madera sintética que se logró fabricar con tierra, algunos químicos y agua salada?, los árboles crecen, por eso se limpió el aire.
− ¿Sin árboles cómo hacen papel entonces? La madera sintética no sirve para eso.
La mano libre se recargó sobre el pecho de Saúl, distraídamente el dorso sentía su corazón. Ritmo y frecuencia.
− ¡Pero qué preguntas son esas Jossy!
− ¿Me quieres cachorro de hombre?
−A veces nada más.
−Mentiroso mentiroso.
La voz le sonó a susurro.
− ¿Qué hay de la gravedad Saúl?
−Pues bien, obviamente es una fuerza que no se puede evitar, pero ya sabes, el magnetismo se usa ahora verdaderamente como se debe. Los campos magnéticos ahorran la energía y facilitan la vida.
Saúl se movió un poco y Joseline se levantó. Cuando cambió de posición y cruzó las piernas, ella volvió a recostarse.
−A veces te quiero, todas las demás veces te amo tonta.
− ¡Lo sabía!
−Jossy, ¿te conté de las naves?
−Es tu parte favorita.
−Como sea. Las naves transportan a las personas de una ciudad a otra, pero principalmente se usan para llevar a la gente a la tierra, porque ya sabes que todas las ciudades son flotantes…
−Lo sé hombre, lo sé.
−Toda la tierra quedó para los animales, las especies se regeneran y restablecen el equilibrio natural, claro que las personas van de visita siempre que quieren ver los bosques y demás.
Joseline se levantó y volteó sobre su hombro a mirarlo, extrañada.
− ¿Ya nadie vive en la tierra verdad? ¿Por qué eso?
−Ya te digo que solo es para visitas.
−Pero por qué.
Saúl sonrió, encantado por la insistencia.
−Un día decidieron que era lo mejor, por eso las ciudades están flotando sobre el mar y los acantilados, los humanos ya no intervienen en nada, se reivindicaron, ¿recuerdas? Solo visitan para maravillarse del resultado.
−Mjú. Me agrada eso de la nueva y mejorada idiosincrasia también. Ya era hora de que las personas dejaran de pensar en sí mismos solamente.
Jossy, sentada a su lado, recargaba la barbilla en su hombro y le rodeaba el cuello con el brazo. Saúl acariciaba la mano de ese brazo.
−La luna también está poblada ahora ¿verdad?
Saúl abrió los ojos alarmado. Ella levantó una ceja.
− ¡Pero por supuesto que no!
−Que raro eres.
−Jossy, mi amor, tonta, la luna la dejaron para los poetas y compositores.
− ¡Cierto! Como el mar.
−Exacto, para que todo el tiempo pudieran escribirse poemas y canciones, nada más, ya nadie vive en la luna y el mar.
Joss lo besó en la boca y luego se alejó un poco.
−Te amo Saúl.
Silencio pleno, dulce, compartido.
−Me amas.
− ¡Pues claro que sí aluminio mal reciclado!
El corazón del chico palpitó fuerte.
−Oye tú, ¿y todo eso es bonito?
Saúl la miró fijamente unos segundos. Se puso de pié, se sacudió un poco y dirigió ambas manos hacia ella. Le ayudó a levantarse. La chica lo abrazó por un costado con ambos brazos y Saúl a ella con un solo brazo en su espalda.
− ¿Lista mujer?
−Sí señor.
Con la mano libre Saúl cerró los párpados de Joss, a la vez que él mismo cerraba sus ojos y luego estiraba la mano hacia el horizonte.
El barranco empedrado y terroso que era el lugar en que estaban parados, en aquella montaña fuera de sitio, se transformó bajo sus pies en un acantilado.
Y luego de pronto todas esas ciudades, y el plasma visible entre las estructuras metálicas y los elevadores, todos los mecanismos magnéticos, las naves cortando el aire y…
− ¿Lo ves mi Joss?
−Sí.
Silencio, suspiro.
− ¿Y bien?
− ¡Es maravilloso Saúl!
La abrazó con más fuerza, cariñosamente, mientras ella acomodaba la cabeza en su pecho, muy cerca de su cuello. La cara levantada dirigiendo las palabras a su oído.
−Como tú.
Él besó su cabello y se quedó allí, recargado en ella, aún con los ojos cerrados. Sonriendo. Sonreía ante esa mirada del futuro que había dibujado para ella. Para los dos.