septiembre 19, 2018

En tu cabello haikus


// ...en cada cielo te busco...


La sangre del cuerpo herido
ni late ni duele menos.
Dejarlo del otro lado,
en otro sitio del mundo;
no duele menos dejarlo
que a unas horas de camino.
Me arranca París delirios
de añoranza de suspiro.

Le queda un cuerpo vacío;
Ella se queda sin nada.
Cada vez que yo le veo,
desértica me contagia.

Tiene el corazón henchido,
de sus tiempos de tus tiempos;
plena dicha de tenerte...
Y en tanta falta te tiene,
tan callada efervescente;
me transpira las ausencias
de sus ojos sin tus ojos.

Me nubla una fantasía,
profunda secretamente,
en los attimi gloriosos,
de su imaginar de donna,
ganchos al cielo del verso:

Imagino la caricia
de una mano conocida
en la espuma de tus nubes,
¡cielo todo de grandeza!
Redondos haikus del aire.

También yo podría soñar
en tu cabello redondo;
y en tu piel que es de ella toda;
y en tus besos que son de ella;
en todo tu cuerpo de ella.

Me ha transformado en herida
seca de brotes de sangre.

Cíclica súplica al viento:
De nuevo vuelve en el tiempo,
do una noche de diciembre,
vientre todo de farfalla;
en vuelo de madrugada
de haikus llena su frente,
interrumpida en tus besos.

De nuevo vuelve en el tiempo
no a menos de siete horas,
ni un día más de siete años,
y a diez mil metros del mar.

Redondos Haikus de ensueño:
tu cabello de poesía.
Yo podría, yo podría.....


Irresistible.
Tempestuoso cabello,
cada mañana.

Allí nace allí se olvida

//Per il cuore di Ferreira, Carolina


Rostro tachado de estrellas,
Mujer de todas las letras,
Dónde escondes el suspiro
que trasciende en los pulmones?
Fortaleza entera de poeta,
Dónde resguardas esquirlas
del corazón a su suerte?
Aunque no sepas contarme,
has de contarme contigo.

Dov'è il cuore nasconde
tutta la tua gran tristeza?
De qué material se enmarca,
mecánica moldura de cerezos,
tan fuerte tan poderosa,
que aguarda tus ojos agua?
Cómo el viento nunca seca?
Nunca tus atardeceres, 
nunca tus tardes de guardia. 

Constelaciones enteras,
polvo estelar en tu piel, 
rostro de toda sonrisa,
blindaje de tela blanca,
estetoscopio infantil...
Dov'è il cuore nasconde,
dónde resguarda el dolor?
Yo no creo en la sonrisa
taciturna de tu estrella.

No hay futuro que lo incluya,
amiga de mis ideales,
no hay destino que te aguarde
aquellos besos que un niño,
un simpático bambino,
no ha dado nunca jamás.

Años ha que yo conozco, 
desde tu aliado en su mente;
la infancia de cada sueño 
qué tal vez también soñaste.
Yo conozco cada sitio
de amor que también te sobra.
Amo tu sabio pasado,
amo tu sangre, tu esencia.
La misma sonrisa que amo:
cultura de un mundo bueno.

Mirada efélide mujer,
quien no volverá no vuelve.
Él, "dichoso" al desconocerla, 
ha llamado a La Señora.

Y La Señora se vuelca en tus letras,
Y La Señora suspira en tu pecho,
Y La Señora te llama.
Desdibuja la promesa
que has jurado de quererlo.

Corazón amiga mía,
Dame un minuto en tu alma, 
sean treinta cada que quieras, 
sean cinco cada que puedas.
Hemos de hablar de armonía,
de versos y de poesía. 

Déjame, puedo enseñarte;
Ella debiera quedarse
para que un uomo distratto,
un caballero cualquiera, 
aprenda se pierda escape.
Ma, chi permaneceró?
Una presencia completa,
un brillo más que una sombra.

Quédate, puedo explicarte,
Hagamos que Ella se quede, 
cura el alma de cualquiera.
De cualquiera que le ofrezca
lo mismo que tú por años...

El corazón de mi amiga,
corazón amiga mía, 
poeta que se ha escondido, 
poeta que no ha nacido.
Él se irá, pero tan pronto, 
pronto tan pronto se irá. 
Dos ausencias abatidas: 
sol y hielo de sus ojos.

Ha perdido un hombre.
Muy pronto ha perdido.
Un muchacho arrepentido,
veramente arrepentido.
Del porvenir y el pasado;
uno triste uno baldío.

Si sólo hubiera querido:
Una brújula regalo,
cartografías de los mares,
mapas para cada noche.
Un piloto, un astronauta,
versos de novato al vuelo.
Un incendio una morada,
un desiderio plegaria.
Astrónomo honoris causa:
un idilio en tu costilla.

Azul de brillos nocturnos,
tinta suave tinta fresca:
Deje el corazón los mares 
de naufragios sostenidos,
náufragos de sal heridos.
Deje el rostro de esas aguas,
per la notte o cada día,
aguas de hombre dormido.

Las luciérnagas danzantes
no vuelvan más a empaparse
de sus cielos en tus ojos.

Hay sombras en la vida sí las hay.
En el corazón, doctora, 
en el corazón se olvida. 
Allí nace allí se olvida.

Pepino, Billy

//Segunda elegía por uno de ellos.


Giá non più fare le fussa,
non più forte, ne più piano.
Non mai di latte il suo piatto;
mai ancora le suoi occhi
giocheranno il movimento.
Un nuovo amico La Morte,
per il tempo accompagnare,
nel nostro gattino ha scelto.

Las palmeras se han vestido de cipreses III


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//Pues a la fecha sigo sin saber cómo se vive la vida sin Ella...

III

No alcanzan ni estas dos vidas,
ni esta mía ni esta otra…

Hay un corazón hundido
Tan feliz, tan distraído
Tan recordando el azul,
y extrañando cada rojo.
Tus rojos coleccionados.

El mar me pidió de vuelta.
Asfalto platinado, celeste recuerdo:
aquel mar que tanto amó.

Herida de un pasado de tumba…
de otro amor decantado:
de la hermana de la madre en el alma
de un dolor enterrado
(diez mil otros tantos de ellos),
llorado y desconsolado.
Del rey encarcelado de sal…
hombre brillante, hombre alienado.
De Letras y de Bocetos,
de mil glorias calladas.
De horas y horas musicales.
Del entrañable pasillo.
Del amigo tan a mano,
del milagro de los verdes,
de otros milagros, de niñas.

De la muerte a la vida a la muerte
Solitaria costa de sí misma
Mujer olvidada de sí misma

Escuchando los silencios de aquel mar
paladar inundado de mordaza,
amargo fantasma de sal;
declino catorce veces tu compañía.
Te niego, te escupo, me acerco…
y sin hallarla espero otra tarde,
más de mil tardes y demás.
He de buscarla
he de buscarla junto al mar toda la vida.
Esta mía y esta otra.

Olas los meses del mar.
No menguan despiadadas,
corrientes sin tregua.
Regurgitantes temblores
un susurro enmascarado:
una tristeza de amor.
Y el desconcierto en tu ausencia.

He vuelto a verlas:
a la izquierda en el costado,
tras el alma, bajo tierra: lejos de todo el calor,
fuera de sí, vuelta la ira a sus ramas. Solas.
Percibimos los perfiles sombríos;
las erguidas esfinges anilladas 
labios sin savia fundidos
cóncavas pupilas muertas.

He vuelto a verlas.
He visto a las palmeras,
los disfraces se han quedado;
¡tan orgullosas los portan!
Han cambiado sus raíces,
están olvidando sus nombres.
Se han olvidado de mí.

También descubrí su foto.
Por fin la tuve de frente.
Busqué en sus ojos tus ojos,
miré en su frente tu fuerza.
Yo quería ver, tanto quise conocerla,
nunca te dejé olvidar la promesa de sus fotos.
Nunca te dejé olvidar…
nunca insistí suficiente.

Me senté a tu lado, entre ustedes
dos, tres mujeres; dos, tres minutos.
Recordé los instantes ajenos:
la risa de los niños, el fresco de la tarde
a mi abuelo de libros, las manos tersas de todos
una cocina distinta, tan mía como nunca antes
los chistes, la sopa, el tabule
tu hermana, tu madre.
Y otra vez tus gardenias de sonrisa,
y de nuevo tú toda poema…

Y mi escritorio y mi nuevo trabajo,
(¡Cuánto te gustaría, cuánto cuanto!)  
y las manos tristes y los ojos fríos
y una mujer buena con su nombre,
el nombre de su hermana de mi madre,
y el verde brillante de las hojas tiernas,
y el calor del puerto,
de un puerto sin mar salado,
de una promesa de agua.
Una promesa de azul truncado.

Venecia va a llorar hasta extinguirse.
También ella te ha perdido,
Ella toda te soñó,
Ella toda, muy paciente,
en su San Marcos guardó tu lugar,
te buscó en cada extranjero.
Y en mí también buscará.
¿Cómo he de explicarle?
¿Cómo tornaré a Venecia?
¿Cuántas tardes llegué tarde?
Surge la semilla que germina,
metástasis de miedo:
¿cómo he de pasar sin verte,
sin sentirte, sin buscarte?
¿Cuándo iremos a Venecia?
¿Cómo he de llegar sin ti?

No alcanzan ni estas dos vidas,
ni esta mía ni esta otra…
para volver a nadar
en un azul tan azul
como el que nacía en tus ojos
cuando te veía mirarlo.
Y las palmeras por siempre
tan cipreses como entonces,
como el último segundo
del respiro del aliento
del puerto que te acunó.

Las palmeras se han vestido de cipreses II


//Por el mar azul que era todo de Ella.


II

Desérticos los jueves
sin sus pasos de danzón

Hace tiempo que comprendo:
Fruta quebrada del pecho,
sin saber dónde buscarte,
se pudre sin madurar.

Que falta le haces al viento,
que atraviesa los pulmones
sin capacidad de dar.
Qué vacío en tu cocina,
cuyo nuevo cometido
satisface de mentira.
Estéril la botana,
arrítmico el respiro.

No han marchado los cipreses,
gendarmes enraizados de la muerte.
Hay una bruma nueva, abundante;
bruma encendida y sedienta.
Niebla amarga que flota.
Suave lamento de no hallarte.
Jacarandas de salitre.
Violento follaje verde y violeta.
Huracanes en Xalapa.

Coloquio de olas en tu nombre,
todo un golfo de tristeza.
Caballos galopando, galopando;
pronósticos de playa,
augurios de la muerte de lo bueno.

Esta otra vuelve ahogada,
atragantada de sal.
Sin más aire que la arena
manchada toda de espuma;
vuelve a tientas y azotada,
sin más oído que escuche,
sin otro remedio que asuma,
que otra vez vive lo muerto
de un desolado destello
de realidad que no es tanto.

Extraño tanto sus silencios de gardenia,
y los brotes nutritivos de la risa:
brotes de alma de mar.

¿Dónde volveré a buscarte?
Inúndame los ojos de tus horas de mar.
Vuélveme a los hermosos fríos de una paleta marina,
Vuélveme a los fríos bocadillos
de cocina redonda de Xajay.

Háblame de dios,
no importa que sea de dios,
cuéntame de ella,
llévame a tus sitios.
Vamos a Venecia.
Dicen que no crecen los cipreses.

Qué mundo letargo
sin botanas y sin mesa,
qué sueño enterrado,
qué tiempos, qué hambre.
Qué extraña la sangre,
qué ausencias, que nada.

He olvidado las palmeras,
no quedan más que cipreses
De azules no hay más que grises
Y los grises que brillaban…
y mi propio gris platino,
se opaca entre los pulmones.
La arena no es más que polvo,
sustancia inerte de alientos.

Que el tiempo me guarde tu nombre.
Ten lejos te has ido
y te vienes quedando.
¡Que falta tan invaluable!,
inexistente tributo
de alófonos en mi lengua,
la ausencia entre los fonemas
que hace rato no te nombran.

En el destierro, en el silencio,
a escondidas de esta otra,
todos los vientos te evocan.
¡Pero dónde te has metido!
¿Te ocultas tras los cipreses?
¿Contigo están las palmeras?

Tanto me falta que me voy vaciando.
Tan profundamente me acuerdo de dominga.
Tan profundamente de tu taza blanca de café.
Tan profundamente me vacío de tus manos de recuerdo.
Tan profundamente todo.
¿Cuando iremos a Venecia?
¿Cuando volveré a encontrarte?

De la fruta quebrada
nace un sacrilegio, una plegaria:
ningún dios puede guardarme
de los males en mis sueños;
tal vez el recuerdo de ti misma,
un palacio de mujer…
tal vez tú puedas salvarme,
tal vez tú puedas guardarme.

Las palmeras se han vestido de cipreses…
De nostalgia disfrazadas para siempre,
maquilladas de egoísmo,
tan puro tan egoísta,
de extrañar cuanto le falta
a la otra que es tu otra.