marzo 20, 2014

Franca y simple paradoja

//A cada espejo que te duplica para mí...


¿Y qué hará París cuando te vea llegar?

¿Cómo hace el hermoso David
cuando observa tan curioso
-en los ojos extranjeros-
lo sublime de su cuerpo?

Que paradoja tan sabia
permite indistintamente
encontrarnos en el mundo
sin jamás habernos visto.

Es así como tú mismo
te encuentras sin nunca antes
haberte mas que soñado;
cual si en las fragantes flores
hallaras de contrabando
la aleación de tus metales.

Si al buscarlas tu recorres,
en la romántica Francia,
los pasos de tantos hombres,
no tardes, mírame y vuelve;
vuelve atrás sobre tus pasos
pues existe quien te aguarda
para siempre recordarte
que cuando sueño es por ti.

Que el hermoso caramelo
de tus líquidos acuosos,
admire en los fonemas
maravillas de la lengua;
que lo exótico en tu sangre,
en la sangre de los nuestros,
comprenda en las diferencias
el orgullo de lo bello.

A tu vuelta y en sus labios
cuéntale a ella, tu amada;
besa su boca con sabor a cuentos
que se vuelven canciones,
que se vuelven poemas,
y -con suerte- tal vez odas.

Es posible que en los besos
con los que premies su espera,
yo pueda desde mis sueños,
construir entre palabras
un tributo para ti.

Hermoso París del pecho,
hombre de las dos mujeres,
quédate siempre con ella
para dejarme contigo.
País que al verte refleja,
entre nítidos suspiros,
lo perfecto que yo he visto
cuando te vez al espejo.

Y yo, París, mientras tanto
¿qué haré yo si estás tan lejos?,
¿cómo pudieran mis labios
besarte en tu doble ausencia?
¿y cómo podrían tus manos
tocarme en mi doble esencia?

Con un sólo ojo

//A las buenas cámaras y a esa mirada que amo, la de un sólo ojo.

Amigo, compañero de mi vida,
obtura cada verso que han soñado
todas las generaciones del mundo,
captura cada uno de los sueños
que han nutrido la esperanza en sus almas;
pues presiento que el tuyo no se aleja
demasiado de aplicar estos verbos.

Subestimados placeres de color
despliegan la belleza a manos llenas;
este mundo y cuantos más necesites,
se postran ante ojos educados,
y su luz, las luces que te acompañan,
toleran tantos otros por la espera
y la flexión de un índice maestro.

Viajero, tú construyes tus poemas
en la melodía de un sólo verso,
y es aquel simple verso perdido

el contenedor de las mil palabras.