noviembre 08, 2007

No puedo perdonarte...

—Mulder... — ella dejó la frase dolorosamente inconclusa por la falta de atención de su compañero.
Mulder le daba la espalda, la cabeza apuntando al suelo y una mirada de dolor y de sentimientos encontrados.
El amor y traición peleaban por vencer en su corazón.
—Mírame —Scully le tomó la mano con las suyas—perdóname —su voz denotaba incertidumbre, culpa y antes que otra cosa, más culpa.
Mulder arrastró su mano fuera del alcance de ella, siempre con sutileza, haciendo honor al respeto y demás cosas que sentía por la dueña de su alma.
Scully soltó un incontenible y desesperado sollozo.
Mulder tuvo que contenerse para no arrodillarse ante ella y pedirle perdón por ningún motivo en especial, o simplemente abrazarla...pero esta vez no sentía la capacidad de hacerlo, se sentía culpable también, pero por otras razones, por no haber estado cerca.
—Compréndeme — dijo ella con la voz clara, pero con gruesas lágrimas escurriendo por sus mejillas pálidas.
Scully esperaba un gesto que le indicara que habría una mejoría respecto a la riña.
Sí hubo un gesto.
Mulder dio un paso hacía la puerta de su departamento muy lentamente, sin mirarla a la cara.
— ¿Porque no me miras? —la voz de Scully era prácticamente inaudible, el dolor le estaba destrozando el alma.
Mulder sabía eso, pero aún así tomó el pomo de la puerta y lo giró lentamente, como postergándolo.
— ¿Es tan difícil entender porque lo hice? —preguntó otra vez apenas enturbiando el silencio.
Mulder abrió la puerta milímetro a milímetro.
—No te vallas... por favor — suplicó ella con histeria.
—No me voy yo — dijo Mulder con un tono que Scully jamás le había escuchado.
Indiferencia.
Ella estaba pasando por algo que nunca hubiera imaginado, su espíritu estaba doblegado y su autoestima estaba perdida junto con su vida.
Mulder era su vida...y lo sentía tan lejos.
Su compañero abrió totalmente la puerta y se paró a un lado sin soltar la manija.
—No puedes...estar aquí —sentenció él con la misma característica en la voz.
Mulder estaba más apesadumbrado que nunca antes, estaba actuando voluntariamente contra su voluntad, la estaba echando de su casa, temblaba, pero simplemente no podía evitarlo, así se sentía.
Scully retrocedió lo suficiente de la puerta para sentarse en el apoya-brazo del sillón de cuero.
Se dobló, tocaba su estómago con una mano y se sostenía la cabeza con la otra; Se estaba enfermando por la situación.
Scully tomó fuerzas para sostenerse en pie y salir…fuerza, basada en recuerdos.
Trató de pensar en lo feliz que él la hacía con detalles imperceptibles para los mortales ajenos a ellos.
Pensó en sus chistes tontos, en sus sonrisas pícaras, en sus palabras perdidas, en sus ideas locas, en su cabello despeinado, en sus ojos verdes, sinceros, profundos y eternos.
Pero sobre todo recordó nostálgicamente sus abrazos reconfortantes…los sintió tan lejos que dudó por un momento de su existencia.
Sus recuerdos eran fuertes pero la hundieron aun más en una latente desesperanza.
Se levantó como pudo, caminó con pasos seguros y firmes, erguida, con la cabeza levantada escurriendo en lágrimas y sin rodeos llegó a la puerta y se detuvo frente a él.
Un Mulder físicamente presente y mentalmente ausente.
Mulder no se movió, parecía tan frió, tan falso.
Pero internamente no era ni frío ni falso, su espíritu lloraba y clamaba desconsolado a su cuerpo para que reaccionara con un movimiento para alentara, perdonarla, disculparse…cualquier cosa, excepto dejarla así.
Porque verla así era sentir a su corazón desmoronarse hasta morir.
Scully acarició la cara de su compañero, amigo y confidente.
Arrastró su temblorosa mano desde la patilla del cabello oscuro de él, hasta su barbilla perfecta.
—Mírame —ordenó.
Scully, sin separar su mano, se acercó lentamente.
Sus labios estaban separados por cinco insignificantes pero a la vez infinitos milímetros.
Mulder no le veía los ojos, solo veía su cara de la nariz para abajo, distinguiendo clara y acongojantemente como sus lágrimas no paraban y rondaban sus mejillas hasta perderse interminablemente en el vació, cayendo mustiamente en un suelo indigno de recibirlas.
No pudo evitarlo, desvió la cara…hacia un lado.
Scully no pudo más, aquello había sido el límite, ya no sentía ganas de vivir.
Separó su mano de Mulder y se dio la vuelta al tiempo que decía con ira repentina y dolor incontrolable.
—Te odio.
Estalló en llanto ya sin contenerse y caminando rápidamente hacia el elevador.
Mulder cerró la puerta y la escuchó llorar inconsolable por todo el pasillo.
Nunca había sucedido, pocas veces la veía llorar y nunca así.
El elevador opacó su llanto, pero Mulder seguía sintiendo su sufrimiento en el pecho.
Scully mientras tanto, se había quebrado como nunca en su vida, ya no le importaba suprimir sus emociones ni pretender que no existían.
Simplemente lloraba por un hombre.
El hombre de su vida, el mismo hombre que despreció un beso destinado a él y a ninguno otro.
El hombre que no pudo perdonarla.
Ese recorrido de unos cuantos pisos en el elevador, fue el trayecto más largo y angustiante de su vida.
Por fin, las puertas se abrieron, pero lejos de querer y poder irse, se recargó en las paredes y se deslizó impotente hasta el suelo.
Las puertas se cerraban y a ella no le importó ni trató de impedirlo…una oportuna mano se interpuso en el último segundo.
Mulder entró agitado, la vio en el suelo pero no la miró a los ojos.
Scully lo vio expectante, a espera de una cálida mirada.
—No puedo perdonarte…
Scully comenzó a temblar involuntariamente, se le nubló la vista levemente y se sintió mareada de dolor, ya le costaba respirar, estaba al borde de un ataque…
Mulder se arrodilló frente a ella y la tomó de los hombros.
Scully notó un poco de nitidez en su vista. Y lo primero que vio fue un verde intenso y cálido.
Mulder se acercó a ella.
Otra vez cinco milímetros kilométricos.
—No te puedo perdonar… porque no hace falta, eres mi razón.
Mulder había dicho todo muy cerca de los labios de ella y sin dejar de mirarla.
Terminó de hablar y rozó sus labios tiernamente, la besó con amor, lentamente; sentía su cara húmeda y tensa.
Scully no se movió, Mulder la había tomado desprevenida, solo cerró los ojos y lo sintió; sus labios frescos.
Mulder le limpio la cara sin separarse y luego la abrazó para levantarla.
Scully separo y volteo la cara con la vista clavada en el suelo.
—Perdóname… —dijo con renovadas lágrimas que opacaban bellamente sus ojos azules.
— ¿No entiendes ? no te disculpes, porque no te puedo perdonar…porque no hace falta…comprende, me haces feliz y eso basta.
La interrumpió con otro beso igual de inesperado y dulce para ella.
—Cuando me contradices , o quieres matarme con la mirada, cuando te exaspero o cuando caminas conmigo.
Un beso más en los labios.
—Soy feliz cuando se que estás a salvo, pudiste habérmelo dicho, él se atrevió a traicionar tu confianza y a lastimarte… lo mataría si no lo hubieras echo tú.
Mulder la observó con más detenimiento, Scully tenía un moretón en la cara, causado por un fuerte golpe y una herida cubierta con vendas en la frente.
—Scully, perdóname tú —dijo él implorante y dolido por su estado.
Scully lo rodeo con los brazos por debajo del saco.
—Mulder...solo abrázame, extraño eso, me hacía falta.
Se abrazaron por un rato.
—No te odio —le dijo al oído.
—Lo se —contestó Mulder de igual manera.
Las puertas del elevador estaban cerradas hacía ya mucho tiempo y ellos no tenían ganas de moverse, ni pretendían que el momento acabara.
— ¿Sabes que es lo que me hace feliz? —le dijo Scully.
— ¿Abrir cadáveres y clasificarlos? —contestó sarcásticamente.
Ahí estaba otra vez su típico chiste tonto de humor negro.
—Sí.
Mulder la miró sorprendido.
—Eso...y tú.
El ascensor subía y bajaba gente por todos los pisos del edificio, todos los miraban… pero ellos nunca lo notaron y en caso de haberlo notado, no les habría importado.
Estaban en la situación que secretamente habían deseado siempre.
Muy juntos, como cualquier pareja normal del mundo.

FIN.

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