noviembre 05, 2007

Realidad, ¿qué tanto?

Ese momento, el mejor, el único y grandioso momento donde caes en la cuenta de que no existe ni puede existir alguien más.
Todo los une: escritos, canciones, miradas, instantes, recuerdos, anhelos, sueños.
Todo es perfecto.
Cuando comienzas a pensar, ya no es un simple pensamiento, porque para ti ya son realidades perfectas, sin falla, sin duda, sin miedos.
No hay excepciones y ya no hace falta la esperanza porque para ti, eso ya es un hecho, una realidad.
Ambos son uno. Todo es perfecto.
Tu mente juega contigo y tú también con tu mente.
Cuando llegas a ese punto, tu corazón se confiesa, sin miedo; tu realidad es tan clara que no hay margen de error.
Piensas que fue lo mejor.
Ese mejor momento, pasó.
Esperas y solo un momento, muy pequeño, casi inexistente dudas; pero esa realidad, esa que mata, la misma que te hace palpitar con un nombre, esa que nunca tratas de comprobar, esa, flaquea.
Pierdes el equilibrio, avecinas todo lo peor.
Esperas lloroso, contemplas el cielo, anhelas regresar, cambiarlo, impedirlo, impedírtelo a ti.
Sientes que ahora piensas claro, sientes que nunca debiste hacerlo. Piensas que debiste pensarlo más, quizá eternamente más…
…no quieres que llegue el día.
Llegan más fantasías, ahora ya no son perfectas ni lindas.
Predices momentos, predices cambios y lo comentas con las estrellas. Quieres saber lo que piensa, quieres que piense igual a ti, es entonces cuando llega la terrible y dolorosa duda. ¿Y si no?
Al fin llega el día y esas ventanas de alma que tanto quieres, después de un silencio, te miran y te hablan, esos ojos que nunca quieres dejar de ver te anuncian que nada cambió, abriste tu corazón y tu mente, hablaste o escribiste tu sentir y pensar, y a pesar de eso, nada cambió, tú sonríes. Tranquilidad y ligereza…
Nada cambió, pero…te das cuenta de algo que poco a poco empiezas a enfrentar y siempre con lágrimas…
Esa, tu realidad la que no cuestionabas, la que no esperabas porque para ti ya existía; esa, nunca fue verdad, solo una cruel fantasía, aunque no cambio nada, nunca fue cierto, y ya en ese punto abres los ojos y respiras, y recuerdas que tú jugabas con tu mente y tu mente también contigo, pero al fin te das cuenta que ella ganaba y no tú, y lo que siempre desde por hecho nunca existió.
No acaba allí, sino empieza, ahora ya nada nubla tu pensar; Ahora sí piensas claro, y mucho.
Y esa persona te lo dice, no con palabras, col los ojos. Y sucede que le conoces tanto que, ahora al ver claro, vez la verdad, la verdadera y cruda realidad.
Y también esa persona te conoce, te abre su corazón y te acompaña.
Porque eso es un verdadero amigo.
Después de todo lo pasado ya sabes la cruda verdad, esa persona piensa y pasa por lo que tú, pero con una ligera excepción…
Lo que tú dedicas a esa persona, lo dedica también, pero nada es para ti.
Nada que no sea amistad.
Tu corazón no resiste y una vez más tus estrellas confidentes te escuchan hablar y llorar.
Y escuchan tú íntimo y solidario deseo: “Que nadie pase lo que yo”
Vez a esa persona igual que siempre y sientes lo mismo.
La verdad es que nunca nada cambió.
Que sigue siendo como nunca quisiste que fuera.
Y como siempre fue.
También hay buenos momentos donde estás a punto de olvidar todo pero recuerdas: “Yo voy a ganas esta vez” y sigues viendo todo claro, más que nunca.
Y lo notas, piensas lo que debiste haber pensado desde siempre.
“¿Porqué nunca vi que su mirada colmada de amor (esa que yo siempre le ofrezco) nunca es para mí?”
Entonces piensas: ¿Y si llego a estar del otro lado? ¿Y si alguna vez me planto en sus zapatos?
Trataré de nunca hacer el mismo mal.
Pero es imposible.
Piensas que el tiempo arregla todo, pero no te atengas.
No, nunca te atengas a falsas realidades.

1 comentario:

darkit dijo...

Me sentí demasiado identificada...ya sabrás por qué. Es en estos casos cuando la ambigüedad resulta excelente. Me fascinó. =). *aplausos*